El siglo V a. C. es el corazón del esplendor intelectual de Atenas. Tras las guerras médicas y con el auge de la democracia, los ciudadanos comienzan a reflexionar sobre sí mismos, su alma, la justicia y la vida en sociedad. La filosofía deja de enfocarse en el cosmos y se centra en el ser humano y sus problemas éticos y políticos.

Este cambio es impulsado por los sofistas, maestros que enseñaban retórica y defendían el relativismo moral, pero sobre todo por Sócrates, quien reaccionó contra ese relativismo con su método de diálogo o mayéutica, basado en preguntas que ayudan al interlocutor a descubrir la verdad por sí mismo. Sócrates no dejó escritos, pero su pensamiento fue transmitido por su discípulo Platón, quien desarrolló una profunda teoría metafísica: el mundo sensible es solo una copia imperfecta del mundo de las Ideas, que es eterno, inmutable y verdadero.

Aristóteles, discípulo de Platón, rechazó esa separación entre el mundo sensible y el inteligible, proponiendo que la realidad se entiende observando la naturaleza. Estableció la lógica formal, estudió la ética, la política, la biología, y sentó las bases de la ciencia occidental. Esta etapa es considerada el “siglo de oro” de la filosofía griega porque produjo sistemas filosóficos de gran profundidad que siguen influyendo hasta hoy.